Lo de este hombre escapa a calificaciones fáciles -como neo-hipismo o freak-folk- porque su música y aspecto parecen más fruto de la experiencia personal que de una actitud pretendidamente extravagante. Por eso resulta, por encima de creíble o auténtico, sincero y agradable; con sus cuatro acordes de guitarra y esa vocecilla casi apagada que en ocasiones desgrana melodías curativas.
martes, 15 de enero de 2008
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